Una historia sin final
Todo tiene un comienzo
Esa noche sin fecha yo jugaba con mi mente como solía hacer cuando forjaba imágenes de mis sueños y deseos. A los doce años, no se es de aquí ni se es de allá. Se es tan hombre como para empelotar en la mente a la profe de Inglés -sitica-, pero tan niño como para arrepentirse el domingo y contarle al cura buscando el perdón divino. Hay muchos "por qué" sin respuesta, para una mente demasiado inquieta para un vivir tan limitado.En nuestra habitación, las noches eran oscuras y frías. Tan frías como lo podían ser las noches Santafereñas en la Bogotá del setenta y cuatro.
Pero la imaginación al filo del sueño puede crear cosas aterradoras también. Esa noche sin fecha mi mente me jugó un mala pasada, que al final era una contradictoria concepción.
Mi noche se cubrió de sombras y angustia.
En la oscuridad de la noche, mi cerebro jugando con los conceptos más básicos de la naturaleza, había concebido "la nada".
Jugando a poner toda las cosas en un punto, así como un agujero negro se traga toda la materia circundante con voracidad, mi punto imaginario se iba engullendo todo lo que allí ponía.
Al final también me engulló a mi, y me sentí prisionero en un punto. Luego, para completar la desesperación imaginé que se punto desaparecía en la nada. Ya no había nada. Y entré en pánico.
Mi hermano que me sigue en edad, es una persona que siempre ha sido básico y sencillo, sin gusto por las complicaciones de la vida. Tanto que le encantaba los cartoon mas simples que había en la tele de aquella época: El Gato Felix. Se despierta y me ve desencajado y dice...
-¿Qué le pasa?
- Es que me imaginé la nada...
- Otra vez pensando en güevonadas...?! Deje dormir...!!
Se acostó de nuevo y arropándose se acomodó.
Yo me dormí por el cansancio natural, pero mucho rato después.
Mi mente es un animal silvestre que gusta de pacer sin límite ni ambición.
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